
Sí, me refiero al rock llamado radical, o al anarcopunk, o a la ruidosa pachanga alternativa, como le queráis llamar. Parece que esta historia se inició cuando un sesudo intelectual, venido a menos, calificó a todo el arte de derechas y creyó, fervientemente, que la contracultura era estar en contra de toda cultura.
La música sinfónica, el teatro, el cine… ¿son de derechas o de izquierdas? Se dice que puede ser de una u otra opción política dependiendo de su proceder ¿Qué comportamiento tiene el rock que se puede considerar de izquierda? Pues repite simplemente los clichés de cualquier otra actividad mercantil, aunque se llame alternativo. Cultiva el machismo, el liderazgo y los tópicos dogmáticos sin ni siquiera replantearse las ideas que lanzan.
Legalización de drogas, insumisión, ocupación… son los tópicos generales de la radicalidad rockera. Es decir, hay botas, pines, camisetas y rock radical. Por otro lado, hay que ver cómo explotan la pobreza cultural que muestran la inmensa mayoría de grupos, su costumbrismo chulesco urbano, rancio y pasado de toda moda, pues a pesar de lo novedoso que se presenta reproduce los usos musicales de los 70, y de eso hace ya casi 30 años.
Se mezcla la actividad ociosa con la lucha revolucionaria, se llenan de estrellas de cinco puntas, de aes circuladas y de mucho rojo y negro, algunos hasta usan siglas y símbolos que merecen mayor respeto. También suelen cometerse negocietes, o quizá algo más serio, como los dos kilos de pesetas que pillan los escape por concierto.
La música sinfónica, el teatro, el cine… ¿son de derechas o de izquierdas? Se dice que puede ser de una u otra opción política dependiendo de su proceder ¿Qué comportamiento tiene el rock que se puede considerar de izquierda? Pues repite simplemente los clichés de cualquier otra actividad mercantil, aunque se llame alternativo. Cultiva el machismo, el liderazgo y los tópicos dogmáticos sin ni siquiera replantearse las ideas que lanzan.
Legalización de drogas, insumisión, ocupación… son los tópicos generales de la radicalidad rockera. Es decir, hay botas, pines, camisetas y rock radical. Por otro lado, hay que ver cómo explotan la pobreza cultural que muestran la inmensa mayoría de grupos, su costumbrismo chulesco urbano, rancio y pasado de toda moda, pues a pesar de lo novedoso que se presenta reproduce los usos musicales de los 70, y de eso hace ya casi 30 años.
Se mezcla la actividad ociosa con la lucha revolucionaria, se llenan de estrellas de cinco puntas, de aes circuladas y de mucho rojo y negro, algunos hasta usan siglas y símbolos que merecen mayor respeto. También suelen cometerse negocietes, o quizá algo más serio, como los dos kilos de pesetas que pillan los escape por concierto.
Premeditadamente parecen confundir la revolución con el pan nuestro de cada día danos tú hoy, confunden la simpatía a unas ideas por hoy te saco las pelas, tonto. Algunos hasta llegan a creerse que son algo importante en eso del rock radical.
Sospecho, y lo he visto en ocasiones, que hay mucha labor de escaparate radical, eso de querer quedar bien con todes y llevarse el gato al agua; tener tirón le llaman. Mucha labor de márquetin, muchas estrellas y muy poca imaginación veo en estos rockeros radicalizados; muy poco arte en el fondo. Algunos rockeros de los 60 y 70, de las llamadas grandes estrellas, leían a Sastre y a poetas de la Bit genereichon, se aficionaban a otras músicas y hasta eran capaces de componer y escribir algunas cosillas originales. Ruido, producido por las mejores marcas de amplificadores, es lo que he escuchado en conciertos radicales. Y se llaman anticomerciales, será porque son tan malos que ninguna casa comercial los querría en su nómina. Y no digo que haya algún grupo desperdigado que se crea eso del rock radical. ¡Estupendo!, es una actividad como otra para desembarazarse de mucha mierda que flota en esta podrida sociedad. Pero que no se confunda el guitarreo y el chillido perruno con una actividad revolucionaria. Los conciertos radicales-alternativos y las borracheras (métase aquí toda sustancia aturdecabezas) son inseparables. ¿Qué acto revolucionario es ése?¿Y qué queda después de las cogorzasconciertos? Algunos ganarán pasta fresca. El grupo, si es de los cotizados, pillará su parte, los vendedores de alcohol y los camellos que acuden como moscas a estos eventos llenarán sus bolsillos. La verdad, queridos amigos, el rock radical es tan de derechas como la hamburguesa y el güiston; tan del capital como los coches y la contaminación.
No sé si Bakunin, Malatesta o Isaac Puente tocaban algún instrumento musical. Pienso que jamás se les hubiese ocurrido hacer la revolución con una mandolina o un ukelele. Y pasarían, cómo no, buenos ratos con la música, creo que mucho mejor que la actual.
Es una lástima que los jóvenes, yo soy joven, tengo 25 años, hayamos recibido el rock como un regalo de los dioses modernos, como una especie de lenguaje universal y común a toda la juventud del mundo. Sí, es un lenguaje universal, pero es el lenguaje del capital, por muy radicalizados que se quieran poner luego los grupos. ¿Por qué no han utilizado, por ejemplo, la música autóctona de raíz popular para hacer la revolución? ¿qué tiene de malo esa música? ¿se han preocupado de conocerla? No, es más fácil coger la fender y el marchal, poner un acorde, a lo mejor el único que saben, y partir los tímpanos a les que tienen enfrente. ¿Y las letras?, ¿y las voces?, ¿qué me dicen de las voces?
Oigo ruido del capital cuando una fábrica emite estruendos y también cuando un grupo rock vomita esos sonidos. Entiendo que pueda ser una terapia, que incluso algunas personas puedan realizarse a través de esa actividad. Es muy posible que los especialistas sociales receten rock radical en un futuro para ciertas patologías. Lo que es un gran engaño es hacer pasar al rock radical, o como se llame, por una actividad revolucionaria. Siento haber molestado a algún lector con mis opiniones, pido disculpas si me he pasado un poco y no he sabido poner las palabras justas y adecuadas para tratar este tema, pero la dignidad difícilmente casa con el negocio.
Sospecho, y lo he visto en ocasiones, que hay mucha labor de escaparate radical, eso de querer quedar bien con todes y llevarse el gato al agua; tener tirón le llaman. Mucha labor de márquetin, muchas estrellas y muy poca imaginación veo en estos rockeros radicalizados; muy poco arte en el fondo. Algunos rockeros de los 60 y 70, de las llamadas grandes estrellas, leían a Sastre y a poetas de la Bit genereichon, se aficionaban a otras músicas y hasta eran capaces de componer y escribir algunas cosillas originales. Ruido, producido por las mejores marcas de amplificadores, es lo que he escuchado en conciertos radicales. Y se llaman anticomerciales, será porque son tan malos que ninguna casa comercial los querría en su nómina. Y no digo que haya algún grupo desperdigado que se crea eso del rock radical. ¡Estupendo!, es una actividad como otra para desembarazarse de mucha mierda que flota en esta podrida sociedad. Pero que no se confunda el guitarreo y el chillido perruno con una actividad revolucionaria. Los conciertos radicales-alternativos y las borracheras (métase aquí toda sustancia aturdecabezas) son inseparables. ¿Qué acto revolucionario es ése?¿Y qué queda después de las cogorzasconciertos? Algunos ganarán pasta fresca. El grupo, si es de los cotizados, pillará su parte, los vendedores de alcohol y los camellos que acuden como moscas a estos eventos llenarán sus bolsillos. La verdad, queridos amigos, el rock radical es tan de derechas como la hamburguesa y el güiston; tan del capital como los coches y la contaminación.
No sé si Bakunin, Malatesta o Isaac Puente tocaban algún instrumento musical. Pienso que jamás se les hubiese ocurrido hacer la revolución con una mandolina o un ukelele. Y pasarían, cómo no, buenos ratos con la música, creo que mucho mejor que la actual.
Es una lástima que los jóvenes, yo soy joven, tengo 25 años, hayamos recibido el rock como un regalo de los dioses modernos, como una especie de lenguaje universal y común a toda la juventud del mundo. Sí, es un lenguaje universal, pero es el lenguaje del capital, por muy radicalizados que se quieran poner luego los grupos. ¿Por qué no han utilizado, por ejemplo, la música autóctona de raíz popular para hacer la revolución? ¿qué tiene de malo esa música? ¿se han preocupado de conocerla? No, es más fácil coger la fender y el marchal, poner un acorde, a lo mejor el único que saben, y partir los tímpanos a les que tienen enfrente. ¿Y las letras?, ¿y las voces?, ¿qué me dicen de las voces?
Oigo ruido del capital cuando una fábrica emite estruendos y también cuando un grupo rock vomita esos sonidos. Entiendo que pueda ser una terapia, que incluso algunas personas puedan realizarse a través de esa actividad. Es muy posible que los especialistas sociales receten rock radical en un futuro para ciertas patologías. Lo que es un gran engaño es hacer pasar al rock radical, o como se llame, por una actividad revolucionaria. Siento haber molestado a algún lector con mis opiniones, pido disculpas si me he pasado un poco y no he sabido poner las palabras justas y adecuadas para tratar este tema, pero la dignidad difícilmente casa con el negocio.
J. Martín Álvarez
Extraído de Tierra y Libertad, Septiembre 1998
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